lunes, 22 de abril de 2019

Ellas, un viernes santo...

Caminan lentamente hacia el altar. Las veo de lejos en su incesante acudir al Cristo en una genuflexion torpe y doliente, esforzada. Ellas murmuran sus peticiones y pequeñas oraciones antiguas. Otras besan sus rodillas o acarician sus pies en apenas un beso que los monaguillos, prestos, limpian como sacando brillo.

Ellas saben de la Semana Santa. Son las mas devotas. Las que no comen carne los viernes de cuaresma. Las que acuden al Via Crucis y al Rosario. Ellas saben de los dolores del alma después de tantos años. No faltan a su cita. Muy mal hay que estar. Ellas se cuidan entre vecinas, se acompañan a misa y a comulgar, a orar ante el Santísimo.

Las observo en silencio, de lejos. Con el respeto que merecen. Siempre tienen una palabra cariñosa para mi y mis hijos que traviesos tuercen el gesto invitándome a una irritación sin limite.

Ellas no saben de crisis de fe, ni de experiencias religiosas, no se preguntan como se manifiesta Dios en sus vidas, algunas sencillamente están convencidas de que son los suficientemente insignificantes como para que Dios las mire. Están seguras de que todo, lo bueno, pero sobre todo lo malo, viene de Dios. El sintrón, la tensión, la cadera rota, morirse...el hambre en el mundo, el "coletas" ese....

Viven en sus pequeñas rutinas que dan seguridad. Se llaman cada mañana para saberse vivas todas. Comprar el pan, acudir al centro de salud, su misa diría, sus promesas, encontrarse, pasear el parque porque es bueno andar que ya lo dice el médico, hablar de los nietos, enseñar fotos en esos móviles que apenas saben utilizar, celosas de su independencia...lo bendito de lo cotidiano. Han pasado por tantas modas, la de no comer fruta después de las comidas, la de las sardinas y el colesterol, la del vino que es malo pero ahora es bueno..... A ellas les vas a hablar de reciclar, de aprovechar las sobras, de coger bajos, de feminismo a estas alturas...a ellas que vivieron una posguerra, las que salieron de sus pueblos para servir en la capital y casarse con mozos de oficina o conseguir pequeños trabajos para que la familia medre...a ellas les vas a hablar de servicio, de cocinar para los hijos, de hacer los platos favoritos, bizcochos esponjosos, rosquillas, galletas, de nietos que adoran, de por lo menos vivir hasta la niña haga la Comunión...

Y ahora, como cada Viernes Santo, se acercan devotas, agradecidas por poder estar un año mas ante el Cristo, desde su sencillez, su fe antigua, su fervor sin fisuras...y las miro, de lejos, con cierta envidia, admiración y palabras bonitas...

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