domingo, 11 de agosto de 2019

Erótica

Con la sutileza de una araña menudeando por su cuerpo, le venda los ojos y comienza a desbrochar su camisa con la delicadeza de sus manos elegantes. Se deja hacer entregado a una desconocida causa. Tras cada botón que libera su piel de la tiranía de la etiqueta escapan por el interior sus dedos de bruja acariciando la extensión de su tórax. Entretanto se besan con la delicadeza de amantes primerizos. No sabe cuál será el próximo movimiento pero intuye que pronto caerán sus pantalones y que su ropa interior también desaparecerá hasta sus tobillos dándole un aspecto absolutamente ridículo que espera se resuelva de manera digna.
Desnudo, con sus ojos vendados y las manos tiernamente atadas a un cabecero de aire victoriano, su amante le regala ternezas al oído con su voz de arpa. Todos aquellos fonemas que en otra situación le hubieran dejado impasible, incluso generandole cierto rechazo, empiezan a excitarle de una manera inesperada y voraz.
Sus palabras empoderandole, sus besos de una ternura casi obscena, la lengua deslizándose aviesa, caricias distraídas aquí y allá como una delicada pluma sobre su niveo cuerpo le hacen desear quitarse las ataduras y penetrarla con una ferocidad cursi hasta el punto de confundir sus  sudorosas pieles haciendolas siamesas.
No se reconoce en sus gemidos incontrolables, su cuerpo se retuerce como si le hubieran quitado una enorme capa de células muertas y despertara de un largo letargo con una sensibilidad que nunca pensó que existiera.
Bajo el velo de sus ojos siente sus pupilas a punto de explotar y su sexo dolorosamente eniesto espera impaciente a que el descenso, meticuloso y enloquecedor, haga cima en él. Da igual el modo. A esas alturas de la experiencia toda su sinapsis está en sentir de una manera desbocada, recién descubierta, tan asquerosamente dulce y amorosa que se sorprende al sentir que le gusta demasiado que no quiere que se acabe a pesar de despojarle de toda armadura. Absolutamente dominado, vulnerable, frágil, sin control de la situación, doblegado, a merced de su amante, se abandona al capricho de su boca que corona, saboreando, delectandose, con lascivo recreo y desvergüenza.
Sucumbe pleno y deseado al placer, siente desbordarse como río que lo inunda todo en el fragor de una tormenta...
Diluido en sensaciones opiaceas, ya
libre de ataduras, se abraza a su amante cual náufrago a la deriva, aún jadeante por el esfuerzo de nadar en mar abierto.....

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