lunes, 4 de diciembre de 2017

Tristeza manantial, tristeza volcán

La tristeza manantial es aquella que fluye serena como agua de manantial. La que no pide permiso y se manifiesta ocupando el lugar que se merece aunque intentes desviar su curso. Surge después del hielo, del shock, es el deshielo del alma. Funciona como los ríos. A veces, se seca irremediablemente por la sequía que acucia el alma y se vuelve aridez. La aridez es incomoda y dolorosa porque te resquebraja y no repara. Otras veces su tierra se esponja de nuevo con el fluir de la pena que siempre es mas húmeda. La tristeza manantial desemboca con calma en el río grande que lleva al mar. Es lenta pero en su fluir asimila su proceso y limpia  a su paso. Es una pena que se dibuja en la mirada y solo unas pocas personas son capaces de verla sin juzgarla. Despierta ternura que es lo que necesita quien la está viviendo. Después, si no termina por desbordarse, a su paso crecen las flores, si se desborda igualmente arrasa con todo.

La tristeza volcán se mezcla con el enfado y explota escupiendo lagrimas iracundas. Es la tristeza que te saca del abismo de golpe, porque te impulsa sin mas y también sin preguntar. En su proceso calcina todo lo que puede. A veces, es mas útil porque trata de olvidar quemando todo a su paso, pero también deja restos de un incendio y, a veces, vuelve a prender el bosque que ya se había quemado y llega un momento que no crecen arboles, ni flores. Muchas veces, la mayoría de ellas, se apaga cuando llega la tristeza manantial que es mas larga pero es mejor porque despierta ternura y se dibuja en la mirada donde solo un puñado de personas son capaces de verla.

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