miércoles, 12 de abril de 2017

Natsukashii

Se dejaba llevar por aquella caricia que provenía de un lugar muy antiguo de su memoria y que un día saltó, de imprevisto, como un resorte interno que la hiciera despertar de un largo y equivocado sueño. Un dejá-vu, un "qué me está pasando". Contra todo consejo y pronostico. Era como un recuerdo inmensamente dulce, feliz, que no conseguía materializarse, pero que se despertaba en aquel arrullo involuntario. Aquella sonrisa familiar. Aquel instante de complicidad.

- Huye, ahora que puedes.

Una mezcla de pánico y curiosidad, se imponía. Mejor, no entrar en esos vericuetos.
- No tienes ninguna necesidad de esto. Huye, aun que puedes. No seas kamikace. Mira que luego te quejas.
Y lo intentaba. Intentaba cerrar su mente y su corazón. Revestirse de frialdad y distancia. De sarcasmo. Era imposible dejar de asomarse a aquella inmensidad. ¡¡Cómo perdérselo!! y, sobretodo, ¿por qué perdérselo?. Si no estaba a gusto, siempre podía irse.

-Igual es como todos. Seguro que está con otra. Lo mismo pasa de ti. Nunca se sabe lo que pasa por esas cabezas XY. No seas necia. Mira que luego lloras.

Partiendo de esa profecía auto cumplida, ya de sobra conocida y vivida, todo resultaba más fácil. No perdía nada puesto que no lo tenia. Porque pierde quien no arriesga o deja ir. Tampoco era territorial. En el fondo, era mas fuerte la emoción de jugársela. De poder disfrutar del placer de maravillarse aunque fuera de lejos. Sin molestar. Eso no podía prohibírselo nadie.

Entre tanto, la luna llena, esa luna llena rosa de la que todo el mundo hablaba, se dejaba caer, haciendo desaparecer el velo de la prudencia y la cordura, del frío, aunque cada palabra se la llevara el viento o cayera en la mas infinita indiferencia o el mas profundo de los egos.  

-Te quiero infinitamente, Natsukashii.

Porque lo que no se dice, acaba por morir dentro y no quería morir del cáncer del silencio.

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