martes, 5 de septiembre de 2017

Irte, que te eche, morirte...

Imagino que te vas y no te vuelvo a ver más.
Sólo puedo imaginar una desolación como de desierto árido por donde no corre ni el lagarto.
Como una garganta llena de arena y de posos de café malo.
Solo puedo sentir si te vas, un dolor sordo y ya eterno. Ahí en el pecho, entre las tetas, las mismas que miras  y probablemente, deseas furtivamente.
Tendría un vacío que posiblemente con el tiempo se llene a medias con un abrazo ajeno, quizá un beso de alguien a quien busque que me recuerde a ti o todo lo contrario.
Sería como un arrancarme una muela del juicio que no tengo, sin anestesia.
Como quedarme sin aire a quince metros bajo el mar.
Como un desamparo no elegido.
Esto es imaginando que te vas sin que yo te eche porque tú me has echado primero.
Porque una cosa es irse y otra que te echen.
Imagínate ahora que te mueres.
Imagina por un momento que es en serio que ya no te vuelvo a ver más. Nunca más. Porque si te vas siempre puedo apelar a la insidiosa magia del destino que fuerce un reencuentro, pero si te mueres, entonces, sólo puedo imaginar todo lo anterior y una caída libre, sin parapente, ni paracaídas, solo caer y caer y, en algún momento, tocar fondo, tomar impulso y recuperar el pulso a la vida para adaptarme a un mundo sin ti...

No hay comentarios: