domingo, 23 de abril de 2017

Kintsukuroi

"Tú arriesga, que ya estamos aquí para recomponer los trozos". Él sabe que cada riesgo que asumo es una herida en el alma. Mas o menos profunda pero herida al fin y al cabo. Con sonido de látigo chasqueante detrás. Da igual las puntas.

Sonido de látigo.
Cremallera rota.
Da igual.
Herida, al final.

Porque él sabe que soy incapaz de quedarme en la nata que deja la leche recalentada, a pesar de odiar la leche. Porque sabe que sólo sé querer de un modo imprudente. No sé de "postureo".

Y, a todo eso, una enorme montaña de desaliento se une. De ascazo. Porque cuando crees que la vida te va a reservar algo amable, viene algo que siempre te roba el escaso momento de gloria si es que alguna vez lo hubo. Igual es mejor, aceptar la insignificancia, la discreción del plano invisible, el estar sin hacer ruido. Ser como gato que pisa de puntillas por la vida para no levantar polvo.

El sabe que me guardo la ira y el rencor para mi, por ser tan ridícula y tan imbécil, a veces, o siempre. Sabe que es el momento de los complejos y del volver a mi coraza, esa que me queda pequeña.

En el fondo, quiere enseñarme a hacer "kintsukuroi" de cada herida, de cada dolor, y al final, pareceré un cuenco roto, de barniz quebrado, donde no poder distinguir donde empezó la herida y donde la cicatriz, porque no deja de rezumar trazas de oro y betún de Judea.

"...ya estamos aquí para recomponer los trozos."...Ya, pero es que, de esta vez, hemos perdido otro trozo y ya van dos...


miércoles, 12 de abril de 2017

Natsukashii

Se dejaba llevar por aquella caricia que provenía de un lugar muy antiguo de su memoria y que un día saltó, de imprevisto, como un resorte interno que la hiciera despertar de un largo y equivocado sueño. Un dejá-vu, un "qué me está pasando". Contra todo consejo y pronostico. Era como un recuerdo inmensamente dulce, feliz, que no conseguía materializarse, pero que se despertaba en aquel arrullo involuntario. Aquella sonrisa familiar. Aquel instante de complicidad.

- Huye, ahora que puedes.

Una mezcla de pánico y curiosidad, se imponía. Mejor, no entrar en esos vericuetos.
- No tienes ninguna necesidad de esto. Huye, aun que puedes. No seas kamikace. Mira que luego te quejas.
Y lo intentaba. Intentaba cerrar su mente y su corazón. Revestirse de frialdad y distancia. De sarcasmo. Era imposible dejar de asomarse a aquella inmensidad. ¡¡Cómo perdérselo!! y, sobretodo, ¿por qué perdérselo?. Si no estaba a gusto, siempre podía irse.

-Igual es como todos. Seguro que está con otra. Lo mismo pasa de ti. Nunca se sabe lo que pasa por esas cabezas XY. No seas necia. Mira que luego lloras.

Partiendo de esa profecía auto cumplida, ya de sobra conocida y vivida, todo resultaba más fácil. No perdía nada puesto que no lo tenia. Porque pierde quien no arriesga o deja ir. Tampoco era territorial. En el fondo, era mas fuerte la emoción de jugársela. De poder disfrutar del placer de maravillarse aunque fuera de lejos. Sin molestar. Eso no podía prohibírselo nadie.

Entre tanto, la luna llena, esa luna llena rosa de la que todo el mundo hablaba, se dejaba caer, haciendo desaparecer el velo de la prudencia y la cordura, del frío, aunque cada palabra se la llevara el viento o cayera en la mas infinita indiferencia o el mas profundo de los egos.  

-Te quiero infinitamente, Natsukashii.

Porque lo que no se dice, acaba por morir dentro y no quería morir del cáncer del silencio.

domingo, 9 de abril de 2017

La cita

Cyrano me pide que no me acostumbre a esto. Yo le sonrío y me acurruco en su abrazo, tan tierno, acogedor. Siempre me hace reír aun en la desidia. Me cuenta que no es bueno acostumbrarse a perder aunque sea lo que siempre sucede. Sabe de lo que habla y también le duele. 

La muerte está cerca y él sólo sabe contarle chistes. Me acurruco en su abrazo. Él me entiende, sí. Juntos, echamos la tarde entre letras y sueños.

Nos debíamos esta cita.

No se nos ocurre un sitio mejor donde estar. Bueno, a mi sí, y lo sabe. Como es un golfo, me propone un trío imposible. 

"Tú le besas y yo te miro. No sabrá que estoy aquí. Me esconderé para que no me vea. Susurra ternezas al oído, esa voz tuya ablandaría a cualquiera aun así, presa de la afonía, la vuelve mas dramática y lánguida". Nos reímos a carcajadas. Sabe que detesto las languideces y ya no soy amiga de los dramas, aunque me persigan. 

En realidad, sabe que somos invisibles, que nadie nos vería, ni mi voz escucharía. Nos reímos amargamente y con ganas. 

Su ironía salva de la quema segura de mi alma triste. Cyrano se ríe de todo, también de nosotros y esta locura que estamos creando, un domingo de tarde, triste y melancólico como tantos otros, con tanto por decir, imaginando una orgía de letras con besos imposibles y estelas de voces que se mezclan libres en el aire.  

Entonces, con las manos enlazadas, tirados en la cama, mirando al techo, me habla de ella y yo le hablo de él. Y se nos van las emociones por los poros. Siento que me escucha y me regaña en silencio con su mirada de terciopelo. 

"Mi niña, ¿es que no te he enseñado nada este tiempo?"

Y tiene razón. No aprendo a esconder esa caja ya descarnada que es mi alma. 

domingo, 2 de abril de 2017

Atar cabos

...Y, entonces, ató cabos, y éstos se anudaron fuerte en su estómago y en su corazón, estrujando, apretando despiadados, llenando todo de sangre alrededor, como en las películas. Se dio cuenta de que amaba por encima de sus posibilidades. Tocaba, una vez más, correr contra corriente o dejar que el torrente de sangre que no dejaba de fluir a borbotones, la arrastrara definitivamente al fondo del abismo, dejándola tirada a orillas de la desidia....

Y entonces, llego Rulfo con su desierto, ardiente y sórdido, hecho palabras. Con esa asfixia que Sándor palio con un frío húngaro, pero que igualmente conducía a un suicidio seguro. 

Mientras él seguía en la corriente perpetua del "poder y no querer", jugando en la peligrosa ambigüedad de sus manos que, con su suavidad psicópata, leían las oscuras lineas de un futuro angosto en el cual él se hundía...muriendo, como un idiota, mientras las sangres se mezclaban en su torrente desquiciado...enfermando juntas de amor y soledad...de ausencia dolorosa que se deja marchitar absurdamente porque no se escucha en lo profundo, allí donde el eco de la Verdad anuncia donde se debe estar, pero no hay nadie.

...y donde ella se pregunta con dolor. "¿Cuándo piensas decirme que no me vas a amar?, Libérame cuanto antes...no soporto esta mentira piadosa..."