viernes, 7 de junio de 2019

Momentos

Los niños duermen. La abuela también. Estos días estamos con ella. Fin de un día largo. Una maravillosa tarde noche de fiesta haciendo lo que más me gusta. Silencio. Quietud. Una copa de vino. El único cigarro que me permito. Cuatro pensamientos distraídos que golpean tu ventana como la sombra perdida de Peter Pan.
Se me escapa una sonrisa como el humo entre mis labios. ¿Quién me lo iba a decir?.
Garabateo una flor al margen de un folio plagado de norma. No debería estar leyendo estas cosas a estas horas. Dibujar flores en los márgenes de las hojas me ayuda a ordenar la mente, las emociones y los sentimientos. Buscar centro. Ordenar la base de la sinrazón donde has cogido una silla y te has sentado. 
Se puede enmudecer ante la magia. Robarle unos segundos de gloria al Universo y volver al armario de la realidad, con sus ropas antiguas y cómodas aunque no me favorezcan. 
La verdad es que mi fuero mas interno me pide que tire todo el armario y cambiar el vestuario, descubrir otros estilos. Querer conocer mas nunca es malo, como ser amable, como la ternura.
Hay cosas que son nocivas pero, un rato, no matan, dan un poco de ilusión e insomnio. Alejarse de casa por un camino desconocido aunque sea para descubrir un interesante paisaje interior. 
Sí, la magia está en lo cotidiano, segundos de oxígeno que me permiten seguir el compás con una respiración templada y serena. 
Sí, me gusta que te abras paso entre la nada, sonriendo desde el otro lado del cristal del desencuentro, o entre la niebla de mis emociones resignificando mis pensamientos.
Dime un vino que te guste, una canción, un poema. Dime. Yo invito.