sábado, 20 de agosto de 2016

Remembranza

"Existe un desierto sediento entre su boca y la mía. Un sol ardiente que deja caer de plano sus rayos secando mis ganas de vivir y mi existencia finita, efímera. Convirtiendo mi alma en fósil. Haciéndome eterna sobre unas cuentas piedras de memoria.

La vida pasa. No la sonrisa. Ella prevalece por encima de las estaciones, los cambios climáticos, las averías de la vida.
Esta vez mi existencia voraginosa necesita escribir algo bonito.
Dulce e intenso como un helado magnum de chocolate rosa derritiéndose en tu boca, cayendo por la comisura de tus labios. Saboreando con mi lengua el escaso recorrido entre tu barbilla y tus labios, aunque tu nunca tomarías un magnum rosa. Yo, sí.
Mi existencia necesita escribir algo delicado como las alas perfectas de una mariposa, dejando destellos en las yemas de tus dedos.

Hoy me escondo en mi cueva a pensar en ti y soñarte como me de la gana. Cierro los ojos.

"Ven. Nadie nos ve, nadie sabe que estamos aquí. Tu y yo en mis neuronas palpitantes que secretamente te arrancan la camisa de un bocado solo para acariciarte y se comen tu sonrisa entre mis labios. Podría pasar eones besándote, sin mas....sin mas.....nada mas....dormirme sobre tu pecho, sin mas.....sin mas.....nada mas....sshhh...Ven."

Siento que podría masturbarme en esta ensoñación. Recuperar esa humedad que hidrataría las células de mi alma devolviendole el lustre y sentir el cosquilleo lacerante posterior al orgasmo recordándome que en algún momento tu boca estuvo envolvente y tierna recorriendo milímetros de piel, dejando en tus dedos brillos de ala de mariposa. Dejar de ser fósil. Ser magnum rosa con el toque salado del sudor, las lagrimas, tu saliva.

Cierro los ojos. Siento que podríamos todo. Tu y yo.

Ven."

jueves, 18 de agosto de 2016

23 de agosto

Un 23 de agosto. Hace tres años llegaste a mi vida envuelta en llanto y sangre. Mucha sangre. Demasiada decían. Al minuto aprendiste a acurrucarte en mi pecho y a chuparte el dedo índice y el corazón, como ahora.

Un 23 de agosto de hace tres años conocí aquella carita que solo podía imaginar y me gusto ver que eras tal y como te había soñado . Mi pequeña negrita, con tus rasgos africanos y un escaso pelo que ahora es una indomable mata de rizos que no me dejas peinar.

En ese descubrirte al nacer, las cosas no iban bien conmigo. No tenia muy claro que iba a pasar, en realidad una inmensa calma me invadía. Quizá debía estar asustada pero creo que para eso estaba la ginecóloga intentando parar aquel torrente sanguíneo que no cesaba y que amenazaba con seguir así mientras yo seguía pegada a ti, disfrutando tu llano, tu olor especial de recién nacida, sin lavar. Nadie mas existía para mi. Nadie. Tu y yo, y , si no llega a resolverse el desaguisado que se organizo, quizá, la nada. Pero aquí estamos.

De todo aquello recuerdo con especial intensidad el tenerte en mis brazos de otro modo. Diferente. Mía. Haciendo nuestras las noches, la teta, la cama. La soledad compartida. Tus ojos de mirada intensa desde el primer momento, como tu hermano. Tu calma. El susto de tus convulsiones febriles que me han cambiado la vida. Tu curiosidad por todo, ese amor por los cuentos y las historias, las canciones inventadas, las risas.

Tres años después eres mi niña. Mi superviviente. Mía. Aprendiendo a defenderte de tu hermano y, si me apuras, de la vida. Tu hermano que te odia como tan pronto te ama. Tu hermano, tu referente del que aprender casi todo, porque siempre he pensado que aprendes muchísimo más de él que de mi. Tu admiración infinita. Tan diferentes, como caras de una moneda.

Tres años después escucho tu voz clara desdibujando mi nombre y casi mi identidad. "Mami, mami". Reclamándome, descubriendo, analizando, comparando, entendiendo quizá algo mas allá de lo que te corresponde con esos tres pequeños años que apenas estrenas. Autónoma, con gusto propio, decisión, carácter y belleza.

Tres años de aprenderte, conocernos, y seguir el camino de la vida, juntos. Los tres como mosqueteros.

Nos queda todo por recorrer, mi negra.