jueves, 28 de marzo de 2013

"La luz que oculta la niebla"- José Guadalajara


Mateo, como víctima de la cultura del patriarcado, es, en definitiva, un "acojonao". Resulta difícil para algunos hombres aceptar la forma de pensamiento, de sentimiento y de funcionamiento de Estela, precisamente por salirse de los esquemas mentales preestablecidos que definen a la mujer como ser humano emocional tendente  a la estabilidad en relación con el macho "alfa" de turno, un error común de pensamiento, ya que cada vez más la mujer elige lo que quiere.

Estela rompe con esa cultura patriarcal que también recibe en herencia y opta por un modelo de relación que antepone lo intenso frente a la cotidianeidad. Se siente segura de sí misma en sus elecciones y no precisa de soportes "físicos" para seguir adelante en la vida. Sencillamente, no lo tiene en sus esquemas mentales, pues, si lo tuviera, sería muy de respetar, por supuesto.

 Saberle ahí, le basta, no juzga; sin embargo, me parece muy lógico que se "enfade" con él por ocultarle esas pequeñas grandes cosas importantes. Ella considera que existe un clima de confianza suficiente y unas posiciones claras, pero va a resultar que Mateo no lo ve así, pues en ningún momento nos lo cuenta ni hace falta. Me parece que ella se da cuenta de que en ese punto no hay reciprocidad y que él no lo entiende igual que ella. La evolución de Mateo es puramente patriarcal, Estela, en cambio, se ha diferenciado en ese sentido y está por encima de ciertas cosas.

Mateo cae básicamente mal por no ser capaz de estar a la altura de la situación. Estela o te cae bien o te parece una “pringada” enganchada a un ideal (esto comentado por un lector de la novela a quien mantendré en el anonimato). A mí, Mateo me parece un hombre como tantos otros, y Estela una mujer con un planteamiento excepcional que ningún hombre, o casi ninguno, puede alcanzar, porque, en definitiva, todos somos muy progres, pero con matices y según para qué.

¿Qué Estela se conforma con lo que hay? Quizá sí, puede, no sé. A lo mejor esta ambigüedad me nace de una especie de proyección con la protagonista que no he sido capaz de llevar a mi vida por esa educación machista que todas llevamos dentro.

Al enfrentar la lectura de esta novela es agradable ver ese rol inusual que marca a la protagonista, su evolución hacia la madurez, que, en algunos momentos, despierta en mí un retazo de envidia sana, o insana, tanto me da. Verla en la libertad absoluta, ajena a los convencionalismos a los que a veces nos aferramos, sin saber muy bien por qué, salvo demasiado tarde. A medida que avanza la lectura se echan de menos momentos compartidos entre Estela y Mateo que me conducen de nuevo hacia la parte más convencional de mi humilde y vulgar persona. Y cuando una acomete el final de la novela, ahí sí que echo de menos ese encontrarse en la vejez como una forma de cerrar el  círculo de la vida o como el punto final de un amor en apariencia ideal, aunque solo parezca que es así para una de las partes. Una vez más, convencionalismo o romanticismo a la antigua usanza. En fin, no deja de formar parte de mi imaginario cultural.

No está en mi intención el entrar en los pormenores estilísticos de la novela, pues, tratándose de José Guadalajara, es algo que se da por sentado. Su lenguaje siempre es, en todas sus novelas, completo, “redondo”, los personajes resultan siempre bien definidos y resueltos. ¿Qué más puedo aportar yo en este aspecto, una humilde estudiante de Filología francesa que ha olvidado el análisis de texto?
Miss Voragine Existencial