miércoles, 10 de julio de 2019

Tú, mirada, me vistes

Tú, mirada, me vistes. Intentas renovar mi armario con un estilo diferente y resulta que me clonas los colores que también son los tuyos tal vez...Negro, morado, rosa.... Ni siquiera sé si me gusta ese estilo, ni si me has tomado bien la medida y la altura. Ni siquiera sabes si me gustas más allá de esos ojos que utilizas para mirarme.
Te asomas a lo desconocido con una sorprendente sonrisa inolvidable.
Podrías encontrar una víbora. Quizá un alter ego disfrazado de corderita o una loba dispuesta a medirse contigo en un perímetro de 135x190 centímetros y después mandarte a tu casa y actuar como si nada hubiera sucedido o, al contrario, crear un espacio único, secreto, nuestro, perpetuo. 

Podrías encontrarte, a pesar de todo, con que hay un espacio propio donde no eres bien recibida. Algún resquicio de mi alma que podría pertenecer a otro y no podrá ser tuyo. Donde nunca podrás llegar aunque te venda mi alma a cambio de tus ojos. ¿Podrías soportarlo?.

Tú, mirada, me vistes sin que me de cuenta. Me rehuyes cuando te sientes pillada. Y siento que me superas si por unas décimas de segundo se detienen la una en la otra haciéndome sonreír involuntariamente.  

Y es entonces cuando tú, mirada, me desnudas y me dan ganas de contarte cosas que ni siquiera te interesan en conversaciones que mantienen mis neuronas como si estuvieras enfrente, escuchando con ese despliegue gestual que tanto me gusta. 

Tú, mirada, puedes esperarme al otro lado del mar. Allí estará la mía para continuar con ese diálogo mudo, secreto...Igual no tengo nada que contarte pero tú sí. Cuéntame.