martes, 30 de abril de 2019

Bogar

"... Quizá fue hace mes y medio o mucho antes. Se posó en mi estómago una tristeza sin nombre, vaga, plagada de un silencio desconocido y dispuesta a no irse fácilmente.
Quizá fue al cruzarme con aquella mirada que me atrapa y esa sonrisa, otra vez,  y comprobar, al acercarme, que la curiosidad lleva al abismo infranqueable de una distancia invisible. Como de dos mundos diferentes, paralelos, que sólo se tocan como en un eclipse el sol y la luna. Un segundo o veinte.
Convencida de lo ridículo de todo esto, mi alma boga por esa melancolía nueva y sueña despierta, vestida de absurdo, pasándose paradas de autobús y perdiéndose en lo conocido.  Tratando de volver a casa, a lo cotidiano. Volviendo a tocar realidad. Recogida hasta que está pena extraña y no invitada se vaya, me siento a descubrir hasta dónde puede bogar un sueño..."

Diabulus

Camina silencioso sentándose cerca del baptisterio. Enigmático y oscuro toma asiento en el momento en que finalizan y se diluyen unas notas de Hildegarda.
Un suspiro como un tornado se acumula en sus pulmones y su mirada de halcón herido se posa sobre su ángel encarnado. Tan dulce, sencilla, con esa voz de plata deslizándose entre las sombras hasta sus oído atentos. Exaltando una inoportuna punzada de lujuria mientras ella sonríe ilusa sin saber que esta ahí, escondido, al amparo de la oscuridad.

¡¡Qué bonito sonaba Dios entre sus labios!!, siempre le gustó ese Verbo divino diciendo lindezas que ahora tomaban la perversa dimensión que le daban la inocencia de su sonrisa. Con su torso generoso, suave como algodones y la comisura honesta de su boca dispuesta a recibir su lengua ávida como entonces. Sucedería cualquier día de nuevo. Con solo cruzar sus miradas. Un momento efímero y todo tomaría el orden debido. Y ahora destilando esas silabas con sabor a medias verdades era capaz de descubrirse, oscuro, perverso, empalmado, casi mediocre, incluso cursi y romántico, con eso que llaman corazón esponjándose, calentando sus manos otrora siempre gelidas...su ángel, con su voz de cristal clavada en sus neuronas palpitantes.

Sonríe en silencio, llevándose cada nota, cada palabra. Sus ojos se cierran en trance. Es él. Angel maligno ahora perdido entre palabras de fe hacia un jefe al que plantó cara hace tiempo y que le separó de su ángel enviándole a las postrimerías del universo a medrar, a capitanear maldades. Y ahora, ¡¡¡cuántas vidas después otra vez juntos!!. Si ella supiera....

Debe irse antes de que el telón de luz le descubra. Quizá mirarla una última vez...... su voz  se quiebra levemente....Sí...¿su ojos se han iluminado? ¿Habrá atisbado su presencia entre las sombras?. ¿Es posible?....siente ilusionarse como un adolescente onanista...¿Le habrá visto?

Antes de que caiga la última sílaba de sus labios, desaparece en la noche, ahogando suspiros, consolando erecciones, con un llanto silencioso en esa oquedad donde debería habitar un alma, agazapada en el hielo. Camina despacio con una duda anclada. Con un pensamiento innoble zarandeándole.

Quizá no aguantará mucho mas tiempo así, al amparo de la sombra....mezclándose con la realidad y el otro mundo. Viéndose de lejos, intercambiando apenas miradas. Sonrisas.

El sonido de una flecha le saca del ensimismamiento....

"¿Es posible que estuvieras ahí?"

Una carcajada perversa escapa sonora y descarada... Su mirada se ilumina gélida.

Sí, el día está cada vez más cerca....

lunes, 22 de abril de 2019

Ellas, un viernes santo...

Caminan lentamente hacia el altar. Las veo de lejos en su incesante acudir al Cristo en una genuflexion torpe y doliente, esforzada. Ellas murmuran sus peticiones y pequeñas oraciones antiguas. Otras besan sus rodillas o acarician sus pies en apenas un beso que los monaguillos, prestos, limpian como sacando brillo.

Ellas saben de la Semana Santa. Son las mas devotas. Las que no comen carne los viernes de cuaresma. Las que acuden al Via Crucis y al Rosario. Ellas saben de los dolores del alma después de tantos años. No faltan a su cita. Muy mal hay que estar. Ellas se cuidan entre vecinas, se acompañan a misa y a comulgar, a orar ante el Santísimo.

Las observo en silencio, de lejos. Con el respeto que merecen. Siempre tienen una palabra cariñosa para mi y mis hijos que traviesos tuercen el gesto invitándome a una irritación sin limite.

Ellas no saben de crisis de fe, ni de experiencias religiosas, no se preguntan como se manifiesta Dios en sus vidas, algunas sencillamente están convencidas de que son los suficientemente insignificantes como para que Dios las mire. Están seguras de que todo, lo bueno, pero sobre todo lo malo, viene de Dios. El sintrón, la tensión, la cadera rota, morirse...el hambre en el mundo, el "coletas" ese....

Viven en sus pequeñas rutinas que dan seguridad. Se llaman cada mañana para saberse vivas todas. Comprar el pan, acudir al centro de salud, su misa diría, sus promesas, encontrarse, pasear el parque porque es bueno andar que ya lo dice el médico, hablar de los nietos, enseñar fotos en esos móviles que apenas saben utilizar, celosas de su independencia...lo bendito de lo cotidiano. Han pasado por tantas modas, la de no comer fruta después de las comidas, la de las sardinas y el colesterol, la del vino que es malo pero ahora es bueno..... A ellas les vas a hablar de reciclar, de aprovechar las sobras, de coger bajos, de feminismo a estas alturas...a ellas que vivieron una posguerra, las que salieron de sus pueblos para servir en la capital y casarse con mozos de oficina o conseguir pequeños trabajos para que la familia medre...a ellas les vas a hablar de servicio, de cocinar para los hijos, de hacer los platos favoritos, bizcochos esponjosos, rosquillas, galletas, de nietos que adoran, de por lo menos vivir hasta la niña haga la Comunión...

Y ahora, como cada Viernes Santo, se acercan devotas, agradecidas por poder estar un año mas ante el Cristo, desde su sencillez, su fe antigua, su fervor sin fisuras...y las miro, de lejos, con cierta envidia, admiración y palabras bonitas...

lunes, 8 de abril de 2019

Veinte segundos

Parece que veinte segundos son nada.
En veinte segundos un abrazo deja de ser sencillo para ser sanador.
Ablanda asperezas del alma. Despierta una sonrisa o dos.
Veinte segundos de una voz marcan el límite entre la indiferencia y la atención.
Veinte segundos son la vida del suicida. El antes y el después. La nada que queda tras el imprudente momento de abandono.
En veinte segundos se escriben cuatro lineas que alegran una memoria o matan un alma.
Veinte putos segundos de poner los ojos en el sitio incorrecto pueden suponer perder el suelo bajo tus pies.
Con una mirada de veinte segundos o lo pierdes todo o lo mismo ligas.

Parece que veinte segundos son nada.
Pueden salvar una vida que nace o perderla.
Veinte segundos de oxigeno reavivan el cerebro.
Veinte segundos de respiración. Un suspiro intenso.
Un orgasmo de veinte segundos.

Regala veinte segundos de tu vida.
De miradas.
Abrazos.
Sonrisas
Veinte segundos de cielo para soñarte.
Como quiera.
Cuando quiera.
Hasta donde quiera.