domingo, 20 de octubre de 2019

Volver a casa

A veces, coger un libro es volver a casa y hoy extrañé, como hacía tiempo, los ecos olvidados en algún lugar de mi memoria y que encontré al mover un par de muebles de mi mente.
Ahí, agazapada, estaba tu voz esperando por una resurrección imposible y, a pesar de mi desagravio, quise sacarla para recordar los momentos que no vuelven pero que parece que aun mal abrigan.

Coger un libro es volver a casa y me dio por echar de menos los gestos de tus manos, tu letra infantil y mis ganas. Y tras superar la primera sorpresa de este mediocre encuentro, cerré el libro y cerré ese ala polvorienta de la casa.

Porque volver a casa es coger un libro y quizá darse cuenta de cuan absurda es la acumulación de ciertas obviedades, del daño que hacen y de las mentiras que me he contado todo este tiempo para no volver a encontrarte. Aceptar que las cicatrices de aquellas heridas solo cerrarán del todo con una pátina suave de cemento fresco. Hay muebles de la casa que ya no me gustan aunque irremediablemente sigan ahí porque me resisto a tirarlos en una especie de Diógenes mental que solo sabe acumular estupideces mas importantes que airear y dejar espacio.

Menos mal que a veces, a poca limpia que hagas, parece despejarse el ambiente del desencuentro. Entra oxigeno, sale dióxido de carbono. Las paginas que amarillean se caen por su propio peso y con barrer y tirar, hay suficiente para seguir.

No pedirás perdón por la jugarreta a pesar de los años y los eones, pero al menos puedo decirme a mi misma que ya está bien de excusas, que no tienes derecho a ese espacio por pequeño y claustrofóbico que sea. Que dado que no sumas, sobras. Que la impertinencia tiene un precio y, aunque pueda darte igual, solo eres capaz de sumar algo en el único ámbito confortable que te queda, en lo único en lo que realmente tienes cierta valía. Para todo lo demás eres despojo que sobrevive en la inercia estúpida del ir viviendo.

A veces, volver a casa es hacer mudanza y ese es el momento en que se tira todo lo que ya no hace ninguna falta. Créeme, tu candidatura para acabar en un contenedor gana por mayoría absoluta.

lunes, 7 de octubre de 2019

Octubre

Octubre y su velo de nostalgia llena de otoño y colores ocres.
Octubre y mis ganas de entrar en una cueva y solo salir para respirar el aire húmedo que trae la lluvia.
El olor a tierra mojada. Tus zapatos llenos de barro y sonrisa. De pasos compartidos, de estelas de besos aquí y allí.
Octubre y los sueños que no se alcanzan, lo que se quedan por el camino, los que tocan meta. Los que se van dejando sitio a otros para volver a empezar.
Octubre es el retorno a las rutinas, al abrigo de lo cotidiano, al café caliente y a la manta en mitad de la noche. Al abrazo generoso sin escatimar segundos.
Octubre es preludio de eternas tardes de lectura al cobijo de las letras.
Elegir tu mano y pasear ciudades.
Es la quinta sinfonía de Mahler o las piezas de piano de Grieg, tal vez los Nocturnos de Chopin o un poco de los tres y un vaso de whisky con mucho hielo.
Octubre y sus últimos coletazos de verano, incómodos, migrañosos.
Es alergia y también alegría.
Es también decir adiós para abrirse a nuevos "holas". Cerrar círculos viciosos, tóxicos, aprender a irme de donde no quiero estar.
Es elegirte para pensarte, emocionarme, sentir que es posible anclarme en tu mirada. Es la curiosidad que mató a la gata escondida bajo la cama. Ampararme en tus palabras el rato suficiente para recuperar aliento y continuar, aprender, admirar.
Porque, aunque no me haces falta, entretienes mis días en virtud de tu existencia y pueblas mis noches copando mis neuronas sin pre aviso.
Porque soñar es de lo poco que queda que no pueden prohibir y a ello me entrego con denuedo.
Es otoño.