En mi experiencia lectora, hace
unos años que tiré la toalla harta de leer novelas mediocres, mal documentadas
o con argumentos mal resueltos. Se salvaban de la quema, algunas novelas
históricas y alguna que otra, algún
libro terapéutico de esos que gustamos leer de vez en cuando los que trabajamos
en lo social, y quizá se salvaba algún libro de poesía, más puntual aun si cabe
que las novelas.
Afortunadamente los tiempos
cambian, nos traen aires nuevos y escritores y escritoras dispuestos a dejarse
la piel para que los argumentos enganchen al lector y una se quede con ganas de
saber más del personaje o los personajes.
Qué duda cabe que este ejercicio
de seducción literaria no requiere de grandes y esmerados circunloquios, ni
lenguajes rebuscados e incomprensibles. Tampoco hace falta echar mano de
personajes complejos con personalidades retorcidas. No, no es preciso usar
argumentos marcianos. A veces la sencillez del lenguaje, un personaje cercano y
un argumento cotidiano, puede llegar a enganchar más que cualquier historia
estratosférica.
Así es “Como el viento en la
espalda”. Una historia seductora con un personaje cotidiano, una mujer, que se
ve envuelta en circunstancias vitales que no por adversas dejan de ser
beneficiosas para su desarrollo personal. Historias personales, diacrónicamente
adversas que sacan lo peor del ser humano por la supervivencia, la ambición, el
dolor de la perdida, el amor que se desgasta.
Es curioso. La historia de Marta
me enganchó enseguida. Paradójicamente más me engancho la historia de su madre
y como esta se entiende desde el dolor más profundo, ese que solo produce la perdida
de la inocencia en manos de quien te ha dado la existencia. Esa madre
incomprendida en ocasiones por hijos que no entienden el por qué de ciertas
conductas, que se crían en un pequeño desamparo emocional ante una madre triste
y marcada que lo intenta por encima de todo pero que no puede sobreponerse a su
“mochila” vital y que, como un lastre, la tiene anclada en la tristeza y la
profunda melancolía. Y es que, a veces, el dolor puede más que el intento por
salir adelante.
Me gusta ese momento, en que esa
madre de pasado doliente, se abre y le cuenta a su hija la verdad de su
historia, como lo vivió, lo sintió, lo intentó supera. “Como el viento en la espalda” aborda el tema
sensibilidad, que no sensiblería, con sencillez, dándole la relevancia que se
merece sin resultar sensacionalista.
Me gusta también ese momento en
que Marta reconoce sus sentimientos con respecto a su marido y con total
honestidad, le plantea la separación, con sus motivos claros y explícitos, sin
dejar lugar a la duda, a un posible interrogante, manteniéndose cerca en la
adversidad por aquello que les unió, pero igualmente, sin dejarse llevar por la
sensiblería, si no con sentimiento maduros y, sobretodo, honestos con ella
misma.
Y dentro de ese paseo que da la protagonista
por la honestidad de sus sentimientos y emociones, llamaría “momentazo” a esas
palabras que le dedica Marta a su amante artista, “……. Tú también me importas mucho,
Alexis, tanto, que no quiero volverte a ver…”. ¿Cuántas veces no se me habrá
pasado una frase semejante por la cabeza?, y, quizá por miedo a la soledad, por
dependencia emocional, por no sé cuantas excusas que podría encontrar, no la he
dicho o se ha quedado ahí, rezagada, oculta bajo un discurso vacio, insulso,
deshonesto con mis emociones.
Definitivamente, si con algo me
quedo de este personaje es con la importancia de la honestidad emocional,
empezando por una misma, que como la caridad, si no empieza por uno mismo, mal
vamos y acabamos……
1 comentario:
Muchas gracias por tus palabras y por ese retrato tan exacto que haces de Marta, la protagonista. Un fuerte abrazo.
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