martes, 14 de mayo de 2019

La curiosidad que mató a la gata...

"...Me encanta mirarle sin que me vea. Observarle mientras está concentrado, serio, ajeno...Y cuando esta de otro modo, me encanta igual..."*

Sí, lo admito, me encanta observarle, mientras está concentrado, serio, ajeno y sereno. Cuando se estira colocando las manos sobre la nuca mientras su cabeza es una torrente de pensamientos seguramente importantes solo para si mismo, sin sospechar que yo le observo con la curiosidad que mató a la gata.

Me gusta observar su perfil.  Apenas unos labios que claman por un mordisco de esos discretos, sensuales. Esa boca que se insinúa y que es mucho mas mordible cuando sonríe. Observo sus ojos, con una mirada que, si se cruza, me atrapa. Fría, distante, casi ausente o sorprendentemente acogedora. Y me gusta verme en ella, y sentir la adrenalina de quien cruza una autopista de tres carriles a la carrera. 

Le observo jugar con su reloj. Uno de esos decentes que no cuentan pasos, ni latidos, tiempo de sueño profundo y que dan la hora a la antigua, con manecillas. Lo desabrocha, lo abrocha. Quizá sus manos son lo menos sexy, por poner una pega, pero me gusta su movimiento ligero cuando habla, acompañando su discurso. Las manos siempre tienen posibilidades porque están llenas de caricias esperando ser regaladas.

Cruce de piernas...sí, los hombres también pueden ser sexys cuando cruzan sus piernas, no solo Sharon Stone. Nadie lo piensa, porque nadie lo observa. Sus movimientos de brazos, las manos de nuevo sobre su rostro pensativo o escuchando, reposando la cabeza como si pesara mucho. Y entonces, le imagino conduciendo. Sí, los hombres son muy sexys cuando conducen también. ¿No lo sabias?.

Sí, me encanta mirarle sin que me vea, sin que repare en que existo. A veces, llego a preguntarme si es tan atrayente en la serenidad que refleja, ¿cómo será en otros ámbitos? y mi curiosidad se dispara quitándole vidas a la gata, ¿cuántas le quedaran?, de tanto curiosear ya ha muerto varias veces...tengo que tener cuidado no sea que se me acaben las vidas "cotillas".  Sí, me gusta esa sensación de seguridad, aplomo, prestancia, control. Como una ola de mar a ratos bandera verde, a otros amarilla, deseándola roja...



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